jueves, 29 de septiembre de 2011

Hasta la pregunta es necia


El blog de ANCA

Asamblea Nacional Ciudadana
Por: Mar Estrada  (@marestradar)
“¿Apruebas el trabajo de Enrique Alfaro como presidente municipal?”, preguntaban las boletas entregadas a los votantes de Tlajomulco que acudieron ayer a las urnas. El 96% de los 17, 951 participantes (de un padrón de unos 163 mil) respondió que sí. Fui observadora ciudadana del proceso, y pude percibir que, desde mucho antes de contar los votos, desde antes incluso de que se abrieran las casillas, el clima entre los funcionarios (muchos de ellos empleados del ayuntamiento) era confiado: el “sí” se impondría sin duda. Muchos de los que llegaban a votar también daban muestras de apoyo a Alfaro, y anunciaban su “sí” antes de entrar a las mamparas. Un votante, tras leer la boleta, dijo “¡Hasta la pregunta es necia!”.

En sentido estricto el ejercicio consistió en una consulta de ratificación del mandato, sin carácter vinculatorio, y no todos parecían conscientes de que, si Alfaro no obtenía más del 50% de aprobación, no solo abandonaría el cargo, sino que renunciaría a la vida política – incluyendo sus pretensiones de posicionarse como candidato a la gubernatura de Jalisco a través de su plataforma Alianza Ciudadana. Resulta plausible pensar que Alfaro no hubiera arriesgado tanto; que si se sometió a la consulta y prometió retirarse si perdía, sería porque de antemano conocía el alto nivel de aprobación del que gozaba. Así, el ejercicio podría leerse meramente como de legitimación o autopromoción. Esta percepción podría verse reforzada tras conocer los apabullantes resultados. En este sentido podríamos pensar, con el tlajomulquense antes citado, que hasta la pregunta es necia.

Pero sea cual sea el significado que la consulta tiene para la carrera de Alfaro, ese dista de ser el único asunto, o el asunto principal. Si algo quedó claro el domingo pasado es que los mecanismos de consulta y decisión popular pueden ponerse en marcha, estén legislados o no. Si bien Alfaro fue aprobado sin problemas por la ciudadanía, alcaldes tlajomulquenses anteriores no hubieran corrido con la misma suerte; y a los siguientes, a partir de ahora, no les será tan fácil evitar someterse a ellas. En un ámbito más general – municipal, estatal, federal – si los mecanismos de democracia participativa son posibles, además de exigir que se legislen (ver #ReformaPoliticaYA, o la iniciativa de revocación de mandato ya en curso en Jalisco), perfectamente podríamos elevarles la vara a los gobernantes volviendo sospechosísimo e inadmisible que no sometan sus gestiones a estos ejercicios.

Y es que mucho de esta consulta tuvo una tónica wiki que sugiere la posibilidad de hacer muchas otras, según se quiera y se necesite. Tómese en cuenta que se jugaba una revocación de mandato, montada sobre la aprobación de un dictamen de consulta de ratificación del mandato; que fue un Consejo Consultivo (con participación del Síndico Municipal y representantes de las asociaciones empresariales, vecinales, magisteriales, ganaderas y de comerciantes) quien diseñó la consulta; que los trabajos de observación estuvieron a cargo del Congreso Ciudadano de Jalisco; que todo se hizo con menos de 250 mil pesos…

En las mesas receptoras traslucía lo artesanal del proceso: sencillo montaje de mesas y sillas, urnas y mamparas de reuso, botes de tinta indeleble – esos sí nuevecitos –, actas, boletas y hojas de registro foliadas, como recién recogidas de cualquier imprenta (no había listas nominales)… todo operado de forma eficiente e impecable por los funcionarios de casilla. Las mesas 64 y 65, que me tocó observar, se encontraban a la entrada de una unidad deportiva no muy concurrida en La Alameda, en un área rural cerca de la carretera a Chapala. Cada mesa podía recibir hasta mil votos. En llegando, los funcionarios pensaron que, entre antes se terminaran esos mil votos, más rápido podrían cerrar la casilla, por lo que se dispusieron a venderlos cual marchantes: los auxiliares logísticos vigilaban ambos lados de la calle para ver quién venía y les salían al encuentro con un “pásele, pásele a calificar a su presidente” – ambas mesas se disputaban la clientela. Pronto comprendieron que no alcanzarían mil votos, por lo que ajustaron su meta a los 200 por mesa. Explicaban con esmero la dinámica a quienes no la entendían, y agradecían fervorosamente cada voto.

Un aspecto cuestionable del proceso, quizás relacionado con este carácter familiar o casero que tuvo – y que varios de los observadores reportamos – fue que, a pesar de que la consulta tuvo amplia difusión, daba a impresión de que muchos de los que acudían a “apoyar a Alfaro” formaban parte del ayuntamiento o eran cercanos a su personal; o de plano eran llevados en rondas repetidas por empleados municipales en sus coches particulares; mientras que, por otro lado, muchos otros decían que sus conocidos no se habían enterado de la consulta.

Después del cierre de las mesas, la jornada continuó con una escena que también reflejó un carácter mucho más artesanal que el de elecciones oficiales: en el patio de la Casa de la Cultura, en la cabecera municipal de Tlajomulco, con las puertas abiertas de par en par, y en medio de un gentío que entraba y salía, se iban recibiendo, sistematizando y anunciando a viva voz los resultados de las 70 casillas. El triunfo del “sí” fue contundente y no podía dar lugar a dudas, pero creo que la organización fue tan eficiente que hubiera resistido la prueba de una elección cerrada.

¿Hasta la pregunta es necia? Quizás para algunos lo sea – aquéllos para quienes la respuesta era obvia por su fervor por Alfaro, o para quienes consideran que el ejercicio fue una versión descafeinada de una consulta de revocación del mandato. Sin embargo, más necio sería limitarse a esa perspectiva, y no ver que tenemos a nuestra disposición el germen de mecanismos – oficiales y extraoficiales – que podrían funcionar como cuñas para la rendición de cuentas y toma democrática de decisiones en el ámbito público.

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